TEMA
4.- LOS DISTINTOS TIPOS DE LOS EFECTOS AROMÁTICOS NATURALES.
01/04/2015
José
Luis Vaquerín - Nez -
Los tipos de efectos aromáticos
Con el
conocimiento de las sustancias aromáticas erógenas, por su olor
animal y su efecto sobre la sensibilidad humana, hemos descorrido el
velo de misterio que caracteriza el “encanto aromático”
de los olores naturales agradables. El hecho de que los olores
animales jueguen un papel relativamente pequeño en las flores, que
para nosotros representan los más importantes portadores de aromas,
es una experiencia conocida. Por consiguiente, el complejo aromático
de las flores debe ejercer también otros tipos de efectos sobre
nuestra sensibilidad, que nosotros percibimos como agradables o
voluptuosos.
A
diferencia de los olores erógenos, el efecto de los cuales es
percibido en el sentido del instinto de la reproducción, los otros
tipos de efectos olorosos están por sí sólos, es decir, en tanto
no estén combinados con un efecto erótico, en relación con el
instinto de conservación.
A
continuación y para determinar los distintos tipos de efectos
olorosos, vamos a clasificar en grupos las más importantes
denominaciones familiares para nosotros de olores naturales, a las
cuales, según enseña la experiencia, podemos atribuir un efecto
común sobre nuestra sensibilidad.
Llegamos a
la siguiente CLASIFICACIÓN:
- GRUPO I: En él están contenidos todos los olores animales que se designan aisladamente como graso ( ceroso ), sudoroso ( rancio ), quesoso, pútrido, urinoso, fecal y amoniacal.DENOMINACIÓN COMÚN: BÁSICO, OBTUSO
- GRUPO II: A éste pertenecen los olores de flores y resinas aromáticas ( balsámicas ) para las cuales se emplean las denominaciones balsámicas y floridos, así como numerosas definiciones especiales: rosa, violeta, sauce, etc. DENOMINACIÓN COMÚN: DULCE, BLANDO
- GRUPO III: Aquí se reúnen los olores de los distintos tipos de terpenos y alcanfores, la percepción de los cuales es designada con expresiones tales como alcanforada ( mentolada ), resinosas ( terpentinosa ), verde y ácida. DENOMINACIÓN COMÚN: ÁCIDA, PENETRANTE.
- GRUPO IV: Este grupo comprende todos los olores vegetales, con excepción de los aromas de flores, o sea, los de las semillas, raíces, hojas y de los tallos verde o troncos maderosos, Las usuales características olorosas son aquí: especioso ( picante ), maderoso, herbáceo, musgoso, quemado ( fenólico ). DENOMINACIÓN COMÚN: AMARGO ( ÁSPERO ), DURO.
Debe
destacarse aquí que las denominaciones generalmente usadas para los
distintos grupos deben valorarse tan sólo de manera relativa, es
decir, que las características aquí empleadas sólo poseen una
justificación cuando se comparan sus correspondientes olores con
otros.
Entre cada
2 de los 4 grupos citados se encuentran olores aislados que
pertenecen en cierto modo, a 2 grupos, es decir, reunen en sí
efectos característicos para formar parte de estos grupos, aunque no
pueden ser incluidos ni a un grupo ni a otro, dado que representan,
desde el punto de vista olfatorio, un intermedio o una transición.
Entre los
G - I y G - II está un tipo olfatorio, que designamos como “meloso”
y que reune en sí una nota dulce - florida u otra animal ( cérea y
fecal ).
Entre los
G - II y G - III están los olores fructosos, que, por
lo general, provocan percepciones dulce - ácidas.
Los olores
que hay entre G - III y G - IV, a los cuales designaremos
generalmente como “mentosos”, reúnen en sí notas
alcanforadas y herbáceas.
Finalmente,
encontramos en algunas sustancias odoríferas una nota muy estimada
en los modernos perfumes, manifestada especialmente, en el olor
final, que, a menudo, es designada como “pútrida” o
“pulverulenta” o “sofocante” que deben figurar entre
los olores leñosos, musgosos ( G - IV ) y los olores básicos ( G
- I ).
Efectos atribuídos a las sustancias odoríferas
reunidas en los distintos grupos.
Esta tarea
que hemos resuelto ya para el G - I, hemos podido facilitarla en un
principio, al encontrar denominaciones comunes para las sustancias
odoríferas pertenecientes a los distintos grupos, las cuales sirven,
en realidad, para caracterizar las percepciones del sabor y del
gusto, pero que también pueden relacionarse con impresiones
olfatorias según el uso del idioma.
Al comparar
estas denominaciones comunes, llama la atención el hecho de que cada
2 grupos estén en directo contraste entre sí:
Estos
contrastes son ÁCIDO - BÁSICO y OBTUSO como denominación de los G
- I y G - III, así como dulce - amargo y blando en los otros 2
grupos.
Dado que el
efecto de las sustancias odoríferas del G - I ha sido determinado
ya como “erógeno”, partiremos de la suposición - que nos parece
justificada el contraste de olores - de que las sustancias odoríferas
del G - III muestran un efecto también opuesto al del G - I, es
decir, “antierógeno”.
Esta
suposición la vemos justificada en muchas experiencias:
Es evidente
que todo experto perfumista conoce el efecto “desodorizante” del
alcanfor y de las sustancias odoríferas afines ( por ejemplo
naftalina, paradiclorobenzol ) frente a los olores urinosos y
fecales.
Asímismo,
es conocido el mismo efecto de los terpenos, o aceites esenciales
ricos en terpenos, frente a los olores de sudor, del resultado de los
cuales se hace uso en la preparación de aguas de tocador
refrescantes como, por ejemplo el Eau de Cologne, agua de espliego,
agua húngara. Como “purificadores del aire”, utilizados ante
todo para el enmascaramiento de olores del cuerpo en las estancias
muy frecuentadas, sirven las esencias de coníferas ricas en terpenos
y alcanfores. En la composición de aguas bucales y en el perfumado
de los dentífricos se hace general uso del mentol y el eucaliptol,
esencia de menta piperita y esencia de eucaliptopara contrarrestar la
acción de los olores pútridos de la descomposición en la cavidad
bucal.
La
propiedad “antierógena” del olor de alcanfor puede ser
observado, también, en los animales. Así, por ejemplo, en las
carreras de caballos se atan a menudo, delante de los ollares de los
corceles nerviosos, saquitos de tela que contienen alcanfor y que
permiten el paso de su olor, el cual ejerce sobre los animales un
efecto tranquilizador.
El
contraste entre los efectos de los olores de los G - I y G - III,
lo encontramos confirmado también en la experiencia, la cual nos
hace asociar los olores de la descomposición, tales como rancios o
pútridos con imágenes de muerte y corrupción; en tanto que los
olores resinosos o verdes nos recuerdan la savia y las hojas de
plantas; los olores ácidos a las frutas aún verdes, es decir, vida
y florecimiento.
Por
consiguiente, podemos comprobar que el efecto refrescante vivificador
o purificador (desodorante) de las sustancias odoríferas del G -
III está en marcado contraste con los olores erógenos, por lo cual
- a falta de una expresión positiva que comprenda estas propiedades
- queremos retener esta denominación de “antierógeno”, que
expresa este contraste para los olores de terpenos y alcanfores.
También en
los G - II y G - IV se expresan los efectos de los olores, los
contrastes que encontramos en las denominaciones generales de olor
dulce - blando o amargo ( áspero ), duro.
Los efectos
de los aromas de determinadas flores y resinas (bálsamos ) que
constituyen el G - II, los percibe no sólo nuestra sensibilidad, tal
y como lo designamos también por el lenguaje, de manera
“embriagadora” o “aletargadora”, sino que pueden comprobarse,
asímismo, fisiológicamente en condiciones lo suficientemente
grandes.
En una
conocida experiencia, que los olores de muguete, jacinto, tuberosas,
ciclamen, etc, en determinadas circunstancias pueden provocar dolores
de cabeza y ligeros malestares si actúan durante largo tiempo y con
la suficiente intensidad sobre nosotros. Por este motivo se evita,
durante la noche, dejar flores de intenso perfume durante varias
horas, por ejemplo, en los dormitorios o en habitaciones con
enfermos.
Las
sustancias odoríferas de las resinas aromáticas, que de por sí son
poco volátiles o son fijadas por el cuerpo de la resina, pueden
gasificarse en grandes cantidades por calentamiento o por parcial
combustión de las resinas, y al respirarlas, entonces actúan de
manera más o menos intensamente aletargadoras.
De esta
experiencia han hecho abundante uso los más antiguos pueblos
civilizados y, en particular, los sacerdortes - que casi siempre eran
al mismo tiempo - sus médicos en forma de incienso para fines
religiosos y medicinales.
También
los narcóticos, cloroformo, éter, cloroetileno, y gas de la risa (
óxido de nitrógeno ), utilizados por la moderna medicina y que
actúan por inhalación, deben ser incluidos en el G - II desde el
punto de vista perfumista, dado que poseen, sin excepción, olores
marcadamente dulces.
El efecto
aletargador o embriagador de los olores dulces y balsámicos
disminuye la capacidad de reacción de nuestros sentidos, las
percepciones se hacen confusas y se debilitan los contrastes, con lo
cual se presenta una percepción “blanda”, que hemos aceptado
como la característica general de este grupo.
Como
“dulce” y “blando” descubre Claude Farrère (
Opium, 1910 ) el insípido aroma del humo del opio, este
estupefaciente tan extendido en Oriente, y también el olor del
hachis, gozado casi siempre de la misma manera, se caracteriza por su
fuerte sabor dulzón.
Resumiendo,
pueden designarse como adormecedores, embriagadores o aletargadores a
los efectos fisiológicos y psíquicos provocados por los aromas
dulces - floridos y balsámicos, de modo que para desginarlos
podremos resumir los tres efectos citados en el concepto común de
narcóticos.
De la misma
manera que en los G - I y G - III, trataremos de utilizar ahora el
contraste expresado en la denominación general de sus olores, entre
las propiedades de los G - II y G - IV, como característica general
de sus efectos, para, de este modo, poder construir, sobre el
resultado consistente en narcótico la denominación general del G -
II.
Así
llegamos a la suposición de que, en los olores del G - IV, los
efectos contrastados como “narcóticos” y considerados como
“adormecedores”, “embriagadores” y “aletargadores”
deberían comprobarse, más o menos, como despertadores,
reavivadores, estimulantes o activantes.
Esta
suposición la encontramos completamente confirmada en la más
detenida observación de las distintas características olfatorias, a
las cuales corresponden las denominaciones generales de “amargo”,
“áspero” y “duro”.
La
denominación de un olor como “especioso” indica que la
percepción de este olor actúa lo mismo que una especia, es decir,
estimulante.
En las
especias, este estímulo actúa, especialmente sobre la producción
de jugos gástricos y con ello sobre el apetito, es decir, despiertan
e incrementan estas manifestaciones fisiológicas. La medicina conoce
el efecto estimulante que ejercen sobre el apetito las sustancias
amargas y también el profano sabe estimular su apetito o aligerar un
“estómago lleno” mediante un licor amargo o mediante un café
sin azúcar.
A esto se
debe que la percepción “amarga” siempre que no sea demasiado
fuerte, pues entonces resulta desagradable, actúe de estimuladora o
de activadora.
Tanto en
los olores especiosos, leñosos, herbáceos y musgosos
es su componente amargo o áspero común a todos ellos, más o
menos puesto de manifiesto, el que provoca el efecto decisivo.
Los olores
cáusticos los encontramos, en perfumería, casi
exclusivamente como matices de complejos aromáticos, y casi siempre
pueden atribuirse a la presencia de fenoles o de sus derivados.
Su efecto
activador y estimulante, debería poder atribuirse, en último
término, al efecto alarmante que sobre los animales superiores, o
incluso en el hombre civilizado , obra el olor de un incendio.
Con la
denominación “duro”, que en un principio se
utilizaba para denominar una percepción sensorial aunque también se
ha usado frecuentemente en impresiones olfativas que encuentran su
superación en la expresión “punzante” -
análogamente a las percepciones sensoriales captadas por el olfato -
se designan percepciones de por sí desagradables, incluso dolorosas.
Si pensamos
en sensaciones que se reciben por medio del tacto, comprobaremos que
las percepciones agradables y blandas, como son las provocadas, por
ejemplo, acariciando suavemente la piel, actúan adormeciendo y
aletargando, por el contrario, las percepciones desagradables, duras
y punzantes - como un glope o una punzada - actúan despertando y
activando.
De la misma
manera actúan también las percepciones olfatorias “punzantes”
como, por ejemplo, la del ácido acético concentrado o la del NH3,
de las cuales nos valemos en los ensayos y en la preparación de las
sales volátiles.
Por
consiguiente, el efecto de los olores amargos, ásperos y duros está
en directo contraste con el efecto narcótico.
Como un
concepto que abarca los efectos “despertante” y
“estimulante”, “incitante” y “activador” para
denominar los olores pertenecientes al G - IV, emplearemos la
expresión estimulante.
Debe
observarse que, en muchos casos, los conceptos estimulante y
stimulantia son utilizados para puros afrodisíacos. Para designar
los efectos afrodisíacos es decir, exclusivamente “estimulantes
sexuales” nosotros utilizamos la expresión específica
“erógeno”.
Así pues,
resumiendo el contenido de lo anteriormente expuesto, distinguimos 4
tipos de efectos olfativos:
- ERÓGENOS ( afrodisíacos, estimulante sexual ) son los olores animales o semejantes a estos que son percibidos como básicos y obtusos.
- NARCÓTICOS ( adormecedores, embriagadores, aletargadores ) como tales actúan los olores de flores y resinas aromáticas ( bálsamos ) que percibimos como dulces o blandos.
- ANTIERÓGENOS ( refrescantes, reavivadores, purificantes ) son los olores de terpenos y alcanfores que provocan percepciones ácidas y penetrantes.
- ESTIMULANTES ( despertantes, estimulantes, excitantes, activadores ) de esta forma actúan los olores especiosos, amargos o “duros”, tal como los encontramos en todos las partes de la planta, a excepción de las flores - de cuando en cuando, también las flores poseen un efecto olfatorio puramente estimulante, es decir, un aroma áspero o duro, de su forma natural.
Asociaciones de efectos aromáticos en los complejos
aromáticos
Anteriormente
hemos mencionado 4 tipos de olores que no pueden clasificarse en
ninguno de los grupos establecidos por nosotros sino que, por su
olor, deben clasificarse, en cierto modo, entre 2 grupos o bien
pertenecer a los 2 al mismo tiempo.
Una
asociación de 2 orientaciones de olor en un complejo (percepción
olfatoria elemental ) se pone de manifiesto también en la
combinación de los correspondientes efectos, respectivamente, en
forma de efecto resultante.
Así, los
olores melosos que muestran las notas dulces - floridas
y una nota animal, tienen un efecto narcótico y al mismo tiempo
son erógenos - los olores a “fruta”, ácido
dulzones muestran efectos narcóticos y asímismo son
antierógenos. Los olores “mentosos” es decir,
herbáceos y alcanforados ( especiosos - mentolados ) son
antierógenos y, a la vez, ejercen de estimulante. Las
percepciones olfativas que designamos con el nombre de “polvorientas”
(pulverulentas) sofocantes son erógenas y presentan también
efectos estimulantes.
Es evidente
que los complejos de sustancias odoríferas reúnen en sí todos los
efectos, los cuales se ponen de manifiesto por el olor de sus
distintos componentes.
Dado que
sabemos que los aromas naturales representan, casi sin excepción,
una combinación de varias sustancias odoríferas homogéneas; y dado
que los distintos componentes sólo en los casos excepcionales
provocan percepciones olfativas semejantes entre sí, pero casi
siempre huelen de distinta manera y son también de distinto efecto,
el estudio de los efectos combinados es el de mayor interés y de
especial importancia para la práctica.
Será
preferible que nos atengamos primero a los complejos aromáticos
naturales. Pero no por ello debemos olvidar que, en modo alguno,
todos los aromas de flores naturales son percibidos por nosotros como
agradables o desagradables.
Mediante los
ensayos efectuados, hemos podido confirmar la experiencia de que sólo
algunas veces el complejo de percepciones de una flor, es decir, su
visión ( forma, olor ) y la sensación táctil evocada por sus hojas
lisas, blandas y frías provocan una efecto agradable en tanto que su
olor, por sí sólo, es percibido en escasa medida como agradable,
incluso a veces es considerado desagradable.
Partiendo
de nuestro punto de vista egocéntrico, nos olvidamos fácilmente que
la naturaleza, con los olores que provee respectivamente a las
distintas partes, es decir, las flores, las hojas, el tronco, y las
raíces, no pretende, en modo alguno, la exclusiva finalidad de
estimular, de modo agradable, los sentidos humanos.
Las
funciones naturales de las sustancias odoríferas vegetales, las
cuales deben servir exclusivamente a la conservación y reproducción
de su portador provocan, en mayor grado, el efecto de atracción o
repulsión sobre el mundo animal. Las sustancias odoríferas de las
flores deben atraer a los insectos, para que éstos, a su contacto
con el pólen, provoquen la fecundación. Las sustancias odoríferas
acumuladas en las hojas, en el tronco o en las raíces sirven casi
siempre para la conservación de la planta, a la cual protegen a
menudo de ser devoradas o lastimadas por los animales. La misma tarea
cumple, en muchos casos, el aroma de los frutos y semillas, asímismo,
atrae a menudo al mundo animal para que goce de ellas comiéndolos y
después, con la eliminación de la semilla no digerida, se consigue
la propagación de la planta.
Casi todas
las intervenciones del hombre en la vida de la planta significan
lesiones o inhibiciones - en las plantas “civilizadas” - a
menudo, degeneración de sus funciones vitales naturales y de su
reproducción.
Por
consiguiente, tampoco el aroma de las flores tiene la misión natural
de atraer al hombre.
En
realidad, es sólo un número relativamente pequeño de tipos de
flores, el olor de las cuales es percibido por nosotros como
agradable y también entre éstos son, con pocas excepciones,
precisamente las flores que - en nuestra opinión - hacen gala de
los aromas más finos y delicados aquellas a las que el hombre no
dejó a la selección natural sino que las cultiva y ennoblece desde
hace generaciones.
Si queremos
estudiar la formación de aromas naturales por la combinación de
distintos efectos olfativos, será preferible que hagamos objeto de
nuestra investigación los complejos aromáticos de aquellas flores,
que el hombre cultiva, en primer término, por su grato aroma.
Esto sólo
ocurre en un relativamente número reducido de plantas y amenudo, no
puede comprobarse como sería de desear.
Esta
comprobación resulta sencilla en algunas plantas de adorno,
como por ejemplo los tulipanes, muchas variedades de orquídea,
croco, adormideras, campanillas de las nieves etc que son cultivadas
exclusivamente por sus bellos colores o formas, a pesar de que poseen
olores muy débiles, y a veces marcadamente desagradables.
Otras
variedades de flores recrean de igual modo los sentidos de la vista y
el olfato, de modo que su cultivo no se debe tan sólo a su aroma,
sino, también a su belleza y por ello - desde nuestro punto de vista
de perfumistas - apenas si puede alcanzarse un resultado óptimo.
Ejemplos de tales flores son los jacintos, los claveles de jardín,
la violeta y también el saúco.
De la rosa
se cultivan muchas variedades, tanto por sus colores particularmente
bellos ( La France, Glorie de Dijon, entre otras ) como también por
sus bellas formas. Sus flores compactas, de largos tallos, son
estimadas entre los cultivadores de modo que en las variedades más
nobles de rosas, como, por ejemplo la Etoile de Hollande rojo oscura,
la Gold Ophelia (Tee Rose ) amarilla, o la blanca Kaiserin Augusta
Victoria, su aroma juega un papel secundario.
Exclusivamente
por su olor intenso y agradable se cultivan la rosa Damascena de
Bulgaria y la Centifolia en el sur de Francia de modo que, a
continuación nos atendremos tan sólo a los olores de estas
variedades.
Junto con
las 2 variedades de rosas citadas, el jazmín y la naranaja amarga, y
la lavanda, son las flores más importantes, cultivadas
exclusivamente por el aroma de sus flores y por consiguiente, también
sólo en consideración a su buen olor.
Es estudio
de los complejos provocados por sustancias odoríferas de flores, nos
es facilitado por el hecho de que los componentes más importantes de
estos complejos nos son conocidos por las investigaciones científicas
y están disponibles en forma de complejos químicos homogéneos,
obtenidos por aislamiento de complejos naturales o cuerpos
representados sintéticamente.
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