EL
ORIGEN DE LA ATRACCIÓN SEXUAL HUMANA
-
2ª parte -
11/03/2015
José
Luis Vaquerín - Nez -
continuación.........
Parece ser que en algún
momento de nuestro pasado las hembras seleccionaron a aquellos machos
de estas características físicas porque percibían en éstas el
estado de salud y el grado de fuerza necesario para garantizar en la
progenie la transmisión de genes de individuos sanos, con
metabolismos resistentes a las enfermedades y con las garantías de
poder asegurar la protección necesaria a las crias.
Esto permite entender la
atracción de las mujeres por la zona glúteo - femoral de los
hombres. Las nalgas no deben estar muy desarrolladas ni muy escuetas
y la proporción tiene que venir dada por el desarrollo muscular de
los glúteos. Esta preferencia se basa en que la nalga guarda
estrecha relación con el desarrollo muscular de la pierna, e incluso
con el tronco superior. Existe una relación en las proporciones de
los gúteos masculinos y éstos guardan proporción con las
dimensiones de la cintura, es decir que la nalga que resulta
atractiva a la mujer se acompaña de una cadera escasa y de
dimensiones próximas a las de la cintura (0,9)
En ambos sexos se da
también cierta predilección por determinados rasgos y proporciones
faciales (grado de simetría ) ya que un mayor grado de simetría
representa estabilidad en el desarrollo, y por consiguiente, de buena
salud. Paradójicamente, los machos más simétricos iniciaban su
vida sexual antes, además de tener un mayor número de relaciones.
Dentro de los rasgos
faciales, los caracteres considerados como bellos en el varón
resultan poco atractivos en las mujeres y al revés. Las mujeres
valoran un desarrollo prominente del hueso de la frente y de la
mandíbula. En las mujeres, se prefiere un rostro más oval y
redondeado con rasgos neoténicos, es decir juveniles (ojos grandes,
narices pequeñas y labios prominentes). No existe en ninguna cultura
humana una relación positiva entre la edad y belleza, es decir la
belleza disminuye al aumentar la edad. El declive de los
hombres empieza a los 50 años y el de la mujer a los 35.
Por tanto, el hombre
experimenta una atracción por los rasgos faciales de la mujer en 2
fases:
- rostros simétricos como indicadores de buena salud
- rostros con detereminados rasgos neoténicos ( juveniles ) es decir, asociados a fertilidad. La neotenia ( retención de rasgos juveniles ) es parte del atractivo facial como indicador de fecundidad.
Aparte de estos
indicadores deben sumarse los determinados por factores culturales de
cada sociedad y estos factores intervienen para mantener el proceso
reproductor dentro de cada grupo étnico actual.
Para hablar de la
universalidad de los criterios de belleza debemos viajar al pasado.
EVOLUCIÓN DE LOS PARÁMETROS DE BELLEZA
A lo largo de la
historia, las culturas han esterotipado la belleza, juventud asociada
a fuerza y virilidad. Las mujeres aparecen, a lo largo de la
historia, con juventud y formas fijas . Todos estos cánones de
belleza se pueden apreciar desde la cultura egipcia. Los griegos
concebían que la juventud y el cuerpo desarrollado era el mayor
logro. Podemos apreciar la delineación muscular. Las mujeres griegas
seguían la pauta de senos y nalgas de cierto volumen y la relación
0,8, sin la aparición de grasas.
En Roma ocurría lo
mismo, además de incorporar los rasgos secundarios como ojos y
labios.
La cultura hindú
muestra una exacerbada sensualidad con la proporción 0,7 - 0,8 y
además una inclinación o contoneo.
En América interesan
las mismas áreas corporales y a partir de estos testimonios
históricos se ha comprobado que a:
- la mujer le gusta el contorno fibroso del hombre
- al hombre le gusta los pechos, nalgas, y genitales proporcionales.
En conclusión, nuestra
sensualidad tuvo que aparecer en un pasado remoto en el que la
fertilidad y fuerza se confabularon para marcar un proceso evolutivo
que diferenciase a machos y hembras con el objeto de crear una
estrategia reproductora basada en alianzas de carácter cooperativo.
EL
ORIGEN DEL GÉNERO HUMANO
El estudio del ser
humano se ha basado en el estudio de los distintos restos de huesos
de homínidos - para establecer diagnosis y filogenias - y de los
artefactos - para la definición de conjuntos culturales - pero nada
de esto explica nuestro particular devenir evolutivo.
Para este objetivo
deberíamos distinguir entre los homínidos y su contexto
cronológico.
Todo parece indicar que
el origen del hombre se ubica en África hace unos 6.000.000 de años.
Tal como afirmó Darwin procedemos de la línea de los antropoides
africanos - gorila y chimpancé - compartimos más del 99% de nuestra
secuencia genética.
Los homínidos iniciales
habría diferido de los chimpancés, principalmente, en su sistema
locomotor bípedo y en las alteraciones morfológicas que esto
conlleva. Adicionalmente, cambios climáticos favorecieron este
cambio.
Existen numerosos restos
fósiles y después se siguieron varias líneas contemporáneas que
dieron lugar al género Homo, descubrimientos del mes de Febrero de
2015 por parte de arqueólogos han demostrado que el origen del
género Homo data de hace 2.800.000 y se ubica en África.
Inicialmente, los
primeros homínidos presentaban una capacidad craneal reducida y un
dimorfismo sexual acentuado. Este dimorfismo sexual es un indicador
indirecto de los modos de interacción social, en las especies que
muestran en la actualidad este rasgo presentan un sistema social
jerarquizado con cooperación en caso de defensa colectiva, cuidado
materno de la progenie y en algunos casos, captura de presas.
Puede influir el hábitat
en las sociedades jerarquizadas ya que en caso de entornos abiertos
la jerarquía la tienen un grupo de machos. Los primeros homínidos
encajaban en este sistema social, es decir, parecidos a los
chimpancés en el que los grupos deambularía de un lugar a otro en
un área territorial propia donde buscarían alimento y lo
consumirían “in situ”.
Estos homínidos sólo
se dieferenciarían de los primates en los métodos de locomoción y
justificando su aparición por los cambios climáticos y de hábitat.
Pero hace 2, 5 millones
de años surgen 2 acontecimientos aparentemente interrelacionados:
- la aparición del género Homo
- el surgimiento de registros arqueológicos más antiguos.
Nota.- esta fecha se ha
modificado a 2,8 millones de años recientemente.
Este género Homo
incorpora nuevos rasgos físicos destacando una mayor capacidad
craneal que a su vez se relaciona con una mayor inteligencia y se
destaca que han aparecido restos de otras especies extintas de
homínidos que se caracterizaban por no comer carne. Con el Homo
habilis se propiciaron la acumulación de restos, herramientas y
huesos y este hecho fue clave para determinar la evolución humana.
Aun existiendo distintas líneas y con características similares
pero con pequeñas diferencias anatómicas.
Como decíamos, gracias
a los restos arqueológicos podemos distinguir entre rasgos físicos
y conductuales. Nos diferenciamos de los primates por la
inteligencia, ligada a la capacidad de autoconciencia, con
interacción social, el lenguaje, su locomoción.
La mayor consecuencia es
que el macho y la hembra se asocian de manera permanente para sacar
una progenie que requiere gran inversión energética. Esto requiere
que la conducta subsistencial presente determinadas innovaciones:
- se pospone el consumo de los alimentos hasta enclaves referenciales en los que se comparte y donde se generan acumulaciones de restos.
- el uso de herramientas.
- unos rasgos físicos caracterizados por una mayor capacidad craneal y una reducción de las proporciones mandibulares. Estos rasgos físicos tienen especial reflejo en los rasgos conductuales.a.- elaboración de herramientas que nos indican de forma indirecta la conducta subsistencialb.- concentración en determinados enclaves.
El proceso
de hominización se concibe como el desarrollo de unas
características físicas y conductuales con 3 hitos excepcionales:
- la adquisición del bipedismo
- el crecimiento encefálico
- la elaboración de herramientas líticas.
Hoy en día se sabe que
estos 3 aspectos no estan interrelacionados en un origen común.
La elección de los
enclaves pudo deberse a la facilidad o no de adquisición de
alimentos y agua.
Estos yacimientos nos
muestran que la carne y otros productos de origen animal cobraron
especial relevancia. Para esto, los homínidos tuvieron que deambular
con asiduidad por áreas descubiertas. Las herramientas les
facilitaron la desarticulación de los animales cazados además de
discernir toda una cadena operativa. Las herramientas surgieron de
forma simultánea para diversas funciones.
El aumento de
inteligencia se asoció a una mayor capacidad de planificación, esto
se manifiesta sobre todo, a la hora de elegir un lugar referencial.
Pero, adicionalmente, se
modificó el comportamiento subsistencial consumiendo los alimentos
en el lugar referencial lo que facvoreció las acumulaciones de
huesos y piedras que conforman los yacimientos arqueológicos. La
caza se transformó en una actitud cooperativa, al igual que el
carroñeo. Todo esto favoreció la actividad en grupo, y esto generó
“la expectativa de uso compartido de los recursos”.
A diferencia de otros
animales cooperadores, en los homínidos se daba el caso de que
algunos miembros no fueran autosuficientes por lo que se amplió el
concepto de cooperación.
Esto nos indica que no
todos los miembros del grupo participaban en las expediciones de
caza, es decir una parte de los miembros cooperarían y otros no.
Este grupo estaría formado por machos y hembras, las cuales
permanecerían mayoritariamente en el lugar referencial. Aquí surge,
de que la dieta mayoritariamente onmívora de los homínidos se
tradujese en los vegetales, tarea que efectuaban mayoritariamente las
madres con crías.
Esto nos permite valorar
que los machos podrían dedicarse a la caza y las hembras a la
adquisición de nutrientes vegetales , pero más allá de toda
consideración adicional lo importante es el modelo
cooperativo intracomunal, en el que la división de
labores como estrategia evolutiva minimiza el gasto energético y
maximiza su rendimiento. Esto no se debe confundir con los arcaicos
modelos del hombre cazador y la mujer recolectora.
El posponer el consumo
del alimento es un acto premeditado y
responde a un incremento del grado de cooperación interna en la que
existe una división interna de labores.
La aparación de
yacimientos arqueológicos responde a una conducta
solidaria donde se producía la ingesta de alimentos y el
reparto de tareas.
Podríamos especular que
un comportamiento de este tipo implica una modalidad de relación
sexual - bien monogámica o poligámica - de carácter extenso o
vitalicio.
Y lo verdaderamente
interesante es preguntarse acerca de las razones que provocaron el
comportamiento coopertativo y solidario más que el perfilar sus
características subsistenciales y conductuales.
Queda claro que, si los
individuos que no pueden satisfacer por sí mismos sus necesidades
energéticas la continuidad de la especie corre riesgo de extinción.
Las crias de homínidos nacen en completa indefensión y esto influyó
inmediatamente en el comportamiento de las hembras, ya que una cria
de humano necesita 10 - 12 años en completar la fase infantil y unos
18 - 20 en alcanzar la madurez a diferencia de los 4 - 5 años de los
chimpancés en la etapa juvenil y los 11 - 12 en la adulta.
Este salto brusco de
duración del desarrollo y crecimiento también se refleja en las
diferencias de capacidad craneal 450 cm3 a 1.350 cm3.
Esto tiene importantes repercusiones, si el neonato naciese con el
mismo patrón que los chimpancés debería nacer con una capacidad de
700 cm3, pero en realidad nace con una capacidad de 380
cm3. Esto se debe a que el canal pélvico de nuestras
hembras no puede acomodar un feto con un cráneo de mayores
proporciones. Las crias tardan unos 21 meses en alcanzar los 700 cm3
y se duplica mientras que nosotros nacemos con unos 380 cm3 y
casi los triplicamos en nuestra fase adulto.
Las dimensiones de la
pelvis vienen impuestas por nuestro modo de locomoción bípedo y
nuestras crias nacen indefensas, de ahí que nuestra inversión
energética sea mayor, y que por ello, tanto los machos como las
hembras cooperen en la misma provocando una redefinición de los
lazos sociales.
El aumento del coste
energético estaría condicionado no sólo por el estado de las crias
sino también por las necesidades energéticas de un cerebro más
desarrollado, un cerebro consume aprox. 20% de la energía obtenida
de la alimentación, de ahí pudiera justificar que el Homo hubiera
tenido que enriquecer su dieta con carne de manera regular. Se han
hecho descubrimientos arqueológicos que demuestran de forma
inequívoca el consumo de carne.
Resultados indicaban alturas de 177 cm en hembras y unos 190 en
machos hace unos 1,5 millones de años. Los individuos del Homo
Erectus eran mucho más grandes y mostraban escasa diferencia de
proporciones entre ambos sexos con unas capacidades craneales entre
900 - 1.000 cm3.
La cuestión es que si
estos aspectos iban asociados a un proceso de prolongación de
desarrollo de las crias, si analizamos un nacimiento de un Homo
erectus con 380 cm3 al pasar a la edad adulta debiera
tener unos 760cm3, pero la verdadera capacidad era de
unos 1.000 cm3 lo que indica que sí se prolongó el
desarrollo.
Otros estudios han
determinado a través de la dentición, el peso y el crecimiento
asociados con las dimensiones cerebrales, a través de la aparición
de los molares se puede observar el desarrollo del cerebro lo que
indicaría que los Homo erectus tendrían un desarrollo entre los
chimpancés y los seres humanos actuales.
La ampliación del
periodo de desarrollo tuvo como consecuencia inmediata que las crias
nacieran más indefensas y supusieran un mayor coste energético por
lo que se tuvo que alterar el comportamiento subsistencial y social,
volviéndose más cooperativo. Este comportamiento más complejo
requería de un cerebro más grande.
En estos grupos, las
crias pudieron desarrollar cerebros grandes al disfrutar de un
periodo de dependencia infantil más prolongado y una infancia y
juventud mas amplia, lo que se tradujo en un mayor aprendizaje. Esto
explica el patrón de crecimiento humano en el que a diferencia de
otras especies en el que las crias crecen progresivamente y
paulatinamente hasta hacerse adultas, el ser humano muestra un
crecimiento reducido y estanco del cuerpo hasta la adolescencia, a
partir de la cual aparece un proceso de aceleración del crecimiento,
que conduce en poco tiempo hasta la madurez. En cambio, el
crecimiento del cerebro experimenta un
proceso opuesto: crece con más rapidez y alcanza las dimensiones de
adulto cuando el cuerpo sólo llega al 40% de su tamaño final.
Estos hechos sentaron
las bases del éxito evolutivo de nuestra especie que se tradujo en
una gran expansión. Pero sin embargo, nuestro éxito tuvo lugar
porque machos y hembras inventaron un nuevo modo de relacionarse y
crear vínculos más permanentes: el sexo epigámico o lo que es lo
mismo el sexo humano.
LA
PREHISTORIA DEL SEXO
Al cambiar el grado de
colaboración entre machos y hembras se puede esperar un cambio en la
conducta reproductora. Esto se aprecia de
forma clara en la reducción de las diferencias morfológicas y de
tamaño entre machos y hembras, es decir la reducción del dimorfismo
sexual.
Surge un tipo de
relación reproductora más individualizada y
prolongada, con la finalidad de sobreponerse al gasto
energético nuestras hembras tuvieron que aliarse con los machos y
todo hace pensar que el sexo tuvo un papel muy importante.
Para atraer a los
machos, las hembras tuvieron que inventar una de las revoluciones
sexuales más curiosas del mundo animal. En principio, optaron por
ocultar las señales externas de sus ciclos de fertilidad. La
aparición de la ovulación oculta provocó la aparición del
denominado sexo infértil o sexo dedicado al
placer, lo que obliga a los machos a aparearse
contínuamente. Para ello, las hembras deben resultar atractivas
de forma permanente y por ello el proceso de atracción
física debe pasar de la temporalidad de la química feromonal a la
estabilidad de los rasgos físicos. Dichos rasgos físicos deben ser
exclusivos de las hembras. Esto explica el origen del particular
proceso evolutivo de las hembras y su anatomía claramente
diferenciada del macho. El macho siente atracción por esta anatomía
y además, de forma constante. La hembra provoca que el macho ejerza
dicha atracción permanente en forma de intercambio sexual regular.
La hembra se dota de una receptividad sexual constante y además, con
fines placenteros. A cambio, los machos deben comprometer su
conducta.
Las causas de la
aparición de este proceso, según algunos estudios, que postulaban
que la sexualidad humana incluso podría explicar la aparición del
bipedismo.
La hipótesis
del Contrato Sexual de Helen Fisher establecía que
los cambios ocurridos en la sexualidad humana fueron tan importantes
para la evolución como la aparición del bipedismo. El surgimiento
del bipedismo trajo consigo una modificación de la pelvis que redujo
el canal obstétrico dando lugar a crias más prematuras que requería
mayores cuidados. Esto unido a la menor movilidad debido al hecho de
acarrear la cria en el regazo hubiera hecho preciso la necesidad de
ayuda. En este momento, surge el contrato sexual. Las hembras podrían
haber propiciado la aparición de dicho trato si algunas hubiera
podido alargar su ciclo del estro y poder entrar en celo poco después
del parto. Esto podría favorecer el cortejo de solícitos
pretendientes, existiendo un proceso de selección a favor de los
individuos con tendencia a vincularse, haciendo surgir las familias
nucleares.
De esta manera, la
sexualidad habría sido la causante de la cooperación a través del
altruismo recíproco (sexo a cambio de alimento y atenciones ) que
habría favorecido a su vez un aumento de la fertilidad de los
homínidos. El aspecto sexual se convierte de este modo en el motor
generador de la vida social humana.
Incluso se contempla el
“contrato sexual” como causa del bipedismo
aunque exista alguna controversia. Ya que la aparición de la postura
erguida puede justificarse por la necesidad de llevar herramientas en
los procesos de caza en los espacios abiertos, además del transporte
colectivo, debido a que no podía consumir los alimentos en el mismo
lugar debido a la presión de otros depredadores. Por tanto, el
transporte pudo ser la causa del bipedismo.
Parece lógico pensar
que las asociaciones vitalicias entre machos y hembras constituyen la
base de la sociedad humana y por consiguiente el sexo debería tener
mucho que ver con esa conducta, todo lo necesario para perpetuar los
genes, la reproducción, la supervivencia requieren del
desplazamiento en la búsqueda de alimentos y por tanto, un sistema
de locomoción apto.
Retomando a la hipótesis
de la atracción epigámica nos podemos plantear cómo se llevó a
cabo la asociación entre machos y hembras en el proceso de
hominización y la respuesta es ir adoptando el bipedismo. La
estrategia k
pudiera explicar las razones de la extinción de muchos antropoides,
a mayor inteligencia mayor consumo de energía, pero se soluciona
criando más hijos y necesitando de un hábitat estable. Pero todo
ello requeriría la presencia del macho. Interesaría enamorar al
macho para poder criar un mayor número de hijos. Asímismo, se
produciría una concentración de las respuestas sexuales
individuales para que la hembra fuese sólo atractiva para un macho.
La formación de parejas
tiene un carácter exclusivo de supervivencia y el núcleo familiar
debe ser lo más reducido posible y la evolución de la particular
anatomía de las hembras empieza con el género Homo.
Todo justifica que las
hembras recibían un excedente alimenticio a través del intercambio
energía protéica - sexo.
Para obtener ayuda a
cambio de sexo, las hembras debería hacer valer su condición de
individuos sexualmente activos, y si los machos fuesen cazadores, los
más avezados tendrían más posibilidades y esto se podría traducir
en los físicamente más desarrollados. Todo esto justifica el patrón
físico elegido por la hembra.
Estos argumentos se
pueden objetar atendiendo a que la caza requeriría el esfuerzo
colectivo, y la hembra podría recompensar a varios machos fértiles.
Entonces la reproducción se basaría en el número de coitos.
Los machos observarían
en el aspecto de las hembras los indicadores de fertilidad (
proporción cadera - cintura 0,7 ) y se produciría el concepto
“survival of the prettiest”
(supervivencia de la más guapa) usando la acepción darwiniana de
survival of the fittest (supervivencia del más apto) como trasfondo.
Pero la hembra
desempeñaba un papel muy activo en la selección de los machos, si
la dieta se basaba en la caza o el carroñeo las hembras hubieran
elegido a los más fuertes y sanos, ya que garantizarían mejor el
abastecimiento regular de recursos y la defensa de las crias. El
actual dimorfismo no tiene porqué vincularse a una conducta monógama
y vendría dada por la certidumbre de la paternidad de las crias. En
este caso, un modo de atracción epigámica se habría provocado una
respuesta individualizada, no porque sólo se provocase la atracción
de un sólo macho, sino porque en el proceso de selección entre
machos y hemberas se habría generado alianzas que resultarían en
núcleos familiares.
Algunos estudiosos
contemplan la alianza temporal durante el tiempo de máxima demanda
energética de las crias ( 4 - 5 años ) y luego un decaimiento pero
tiene algún indicio de razonabilidad en los tiempos actuales y
pudiera justificar la alta tasa de divorcios.
nota.- los editores del
curso se reservan el derecho a no compartir las opiniones de los
autores originales del texto.
EPÍLOGO
Darwin propuso que el
consumo de carne fue el elemento que más
influyó en la hominización. todo esto se denomina la Hipótesis
de la Caza y fué ampliamente difundida hasta la mitad del S:
XX pero no fue hasta 1968 cuando se recibe el respaldo con la
publicación del libro El Hombre Cazador
donde se demostraba que la caza habría permitido al hombre adaptarse
a todos los ecosistemas y junto con los trabajos de Jane Goodall con
los chimpancés se demostró que éstos eran eficaces cazadores.
A partir de los años 70
y 80 del siglo pasado se empieza a contemplar a los homínidos como
carroñeros marginales, a todo esto se debe incorporar el debate
feminista: el hombre cazador frente a la mujer recolectora.
No obstante,
independientemente de cualquier tipo de interpretación sexista: la
humanidad ha llegado donde está gracias a nuestras abuelas y abuelos
evolutivos, indistintamente.
En el género humano se
debe reconocer el papel activo y dinámico jugado por las hembras en
el proceso de selección sexual. No importa qué macho gane la puja
por acceder a la hembra, ésta copulará con quien ella quiera.
El género humano ha
inventado una sexualidad placentera única orientada según los
parámetros de la selección sexual pero la cultura ha inventado un
mecanismo para hacer frente a dichos parámetros.
En psicología evolutiva
la belleza es el mayor estímulo de atracción sexual, por encima de
cualquier otra característica, pero no hemos de olvidar la necesidad
del éxito social.
Por tanto, las
decisiones socioeconómicas, desprendidas de las biológicas que
regulan la atracción física, explican el alto porcentaje de
conductas poligámicas en el patrón universal de monogamia y si nos
observamos al espejo de la sociedad actual, vemos que el patrón
físico deja mucho que desear en detrimento de los factores
socioeconómicos.
En conclusión: la
última enseñanza que cabe es que nos resultaría imposible alzarse
contra la fuerza de algo que llevamos muy dentro y que aún nos
cuesta trabajo entender. FIN
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